domingo, 19 de enero de 2014

           Para Aída con cariño



    Había una vez una niña que  tenía una carita dulce como la miel y unos ojitos azules como el color del cielo. Su voz era como el trinar de los ruiseñores cuando despierta la primavera, y sus manos finas y elegantes… como la suavidad de la piel de un visón.
   Su Nombre Aída, que significa “La que regresa”
   Aída es una niña encantadora, agradable y simpática que busca complacer y hacerse querer. En ella prima el sentimiento, por eso, está dispuesta a realizar grandes esfuerzos que apunten a la comprensión y la conciliación, para que a su alrededor reinen la paz y la armonía.
   Un día la pequeña, asustada, comenzó a llorar porque tenía fuertes dolores en las manitas. Su mamá y su papá, preocupados, la llevaron al médico para poder sanar a la niña que no entendía lo que le estaba pasando.
   Pasaron los días y también las noches y un día un duendecillo  travieso, ocupó el sueño de Aída y le dijo al oído con una voz muy suave y tranquilizadora:
   No te preocupes pequeña, pronto te vas a poner bien, lo que tienes que procurar es encontrar un trébol de cuatro hojas. No sufras que hay muchas niñas que son iguales que tú y si piensas que pronto te vas a curar, tu deseo se cumplirá. La carita de Aída se alumbró de felicidad y cuando despertó acudió a decirles a su papá y a su mamá que había soñado con un duendecillo y que le había dicho que pronto estaría curada.
   La mamá la escuchaba complacida y su papá le dio un fuerte beso en la carita.
   Claro que si cariño, pronto te pondrás bien, -dijeron papá y mamá casi al mismo tiempo-
   Claro, -dijo Aída en tono enfadado- pero el duende me ha dicho que tengo que encontrar un trébol de cuatro hojas, y que yo sepa por aquí solo hay de tres.
   Papá y mamá se miraron con preocupación. Sabían lo difícil que era encontrar un trébol de cuatro hojas, pero pronto se pusieron en marcha a través de todos los medios a su alcance para conseguir que la pequeña pudiera tener el trébol deseado para su recuperación.
   Pasaba el tiempo y Aída sentíase triste y también sus papás al ver a la niña en desánimo.
  Un día la pequeña sollozando le dijo a su mamá: Si no podemos conseguir el trébol aquí, ¿por qué no lo buscamos en otro sitio?
   Al Papá de la pequeña se le ocurrió una brillante idea y le dijo a su esposa: ¿por qué no se lo decimos a los titos Antonio y Loli?, Ellos tienen un jardín muy bonito y un campo lleno de flores y plantas en Valencia.
   Y ni corta ni perezosa, la mamá se puso en contacto con ellos.
   Buscaron y buscaron y por fin, encontraron lo que todos deseaban y la niña contenta, sonrió y fue una niña muy feliz.-

                                  



                                                                                  Anbairo

lunes, 29 de octubre de 2012



                                      


 CENA DE FIESTA

Había preparado la mesa  para una fiesta, como de costumbre en un día tan especial. No quería que faltara ningún detalle, así que la preparó con delicadeza, procurando que todo estuviera a punto para la cena cuando él llegara.   
Hacía  tanto tiempo que se habían casado… y sin embargo, cada año parecía como si fuera el primer día, por eso, se puso sus mejores galas para esperar a su amado. Estaba segura que hoy llegaría más temprano que de costumbre; y como cada año por estas fechas; la obsequiaría con la mocaorá  y una cajita de esas figuritas de mazapán, deliciosas, apetitosas, en forma de frutas, para  celebrar juntos la fiesta de San Donís como  era tradición,  el día nueve de octubre, día de los enamorados en Valencia.
Unos pasos tras ella hicieron que el rubor subiera una vez más a sus mejillas, pues aunque hacía muchos años que estaban casados, cada vez que él le dedicaba alguna palabra de amor o le obsequiaba con algún regalo, sus mejillas se sonrojaban, compartiendo color con las fresitas de mazapán y que la hacían mucho mas bella.
Sin darse la vuelta; sin dar tregua, comentó impetuosa y decidida:
-Cariño, hoy en este día tan especial para nosotros, he preparado para ti lo mejor de mi.
Una voz en tono amable, suave y dulce, rompió el silencio que se había adueñado por momentos, y como un susurro murmuró tras ella:
-Señora, pronto va a anochecer, se ha hecho muy tarde, recoja la mesita y vuelva a casa, el cementerio está a punto de cerrar sus puertas.
Ella sin rechistar, recogió la mesita de campin y todo lo que se encontraba encima de ella, se puso con aparente dificultad el pañuelo sobre la cabeza, y mirando el frío mármol, dijo al tiempo que dibujaba una dulce sonrisa en los labios:
-Adiós mi vida, feliz día de los enamorados, feliz día de San Donis.

lunes, 17 de septiembre de 2012

EL ABUELO DE CAPUCHITA AZUL Y EL OSO MALO




Hacía un día espléndido, las nubes amenazaban tormenta y el papá de la niña de azul saltaba de alegría, pues la cosecha de pepinos casi seguro que se salvaría y con ello podría pagar la capucha azul que había comprado para su pequeña y que hacía juego con su blusita blanca de botones azules.
La niñita, llamada Capuchita, al escuchar el estruendo de los truenos, se fue corriendo asustada, dejando en el suelo su cuerda de saltar. Una vez dentro del interior de la casa se cobijó junto a la chimenea al lado de su mamá que estaba ocupada cepillando su blanco y peludo gato persa.
-Mamá, mamá- dijo Capuchita-
-¿Por qué cepillas a Currito?-
Su madre no le contestó.
El papá que estaba sentado en la mecedora de anea y fumando tabaco picado en su vieja pipa, miró por encima de sus gafas con enfado la no respuesta de su esposa hacia la pequeña.
-¡¡Capuchita!!-dijo el papá dirigiéndose a la niña-
-Cuando cese de llover, tienes que llevarle al abuelito estas semillas de pepino y este granulado que he preparado para que crezcan sanos y robustos-
La niña se dirigió al lugar donde estaba su papá y dándole un beso en la mejilla le dijo:
-Si papá, estoy deseando ver al abuelito, pues hace ya algún tiempo que no viene por casa-
-Es cierto, está muy constipado y por eso no viene a visitarnos, anda, trae la cestita y la preparamos para cuando amaine.-
Capuchita no sabía el significado de amaine, pero se puso muy contenta porque su papá le había prometido días antes que si llovía le iba a  regalar una capucha azul y ahora era el momento de poder estrenarla.
La mamá de Capuchita seguía junto al fuego de la chimenea, ajena a todo lo que acontecía a su alrededor ensimismada con el cepillado de su blanco gato.
Padre e hija prepararon con alegría y complicidad la cesta para el abuelito.
-Capuchita; debes tener mucho cuidado, pues para ir a la casa del abuelito tienes que pasar por lugares peligrosos, no debes fiarte de nada ni de nadie, así que llévate el móvil y si tienes algún problema, me llamas.-
-Si papá, pero no te preocupes, yo sé defenderme-
El papá de Capuchita dio a la niña la capucha azul que había comprado para ella y la pequeña después de ponérsela daba vueltas y más vueltas sonriendo-
-Gracias papá, voy corriendo a casa del abuelito-
-Ahora si que eres la niña de azul. Eres Capuchita Azul, adiós, lleva mucho cuidado.-
La niña anduvo largo rato y durante su trayecto disfrutaba de las flores y los animalitos que se encontraba a su paso, sin darse cuenta que el sol que ahora lucía se hacía cada vez más tenue y la tarde caía irremediablemente. –Pronto se haría de noche-
Se vio perdida en el camino y temerosa, pensó llamar a su papá, pero… fatalidad…su teléfono móvil, posiblemente en alguno de sus saltos juguetones, habría caído en el camino y ahora no sabía qué hacer.
Pero… ¡¡Sorpresa!! Una silueta avanzaba hacia la pequeña que ahora al ver que alguien se acercaba, suspiró confiada.
-Hola pequeña, soy el oso bueno del bosque y siempre estoy por aquí para ayudar a las niñas que se pierden. ¿Dónde vas a estas horas tu solita?-
-Hola señor oso, voy a la casa de mi abuelito a llevarle estas semillas de pepino y este granulado preparado por mi papá. Se me ha hecho muy tarde y ahora no sé llegar-
-¿Dónde vive tu abuelito?-, yo puedo ayudarte a encontrar el camino que lleva a su casa-
-Mi abuelito vive en la cabaña que está junto al lago, es una que tiene un molino y unas cuadras de caballos…-
El oso quedó pensativo un instante. Tratando de confundir a la pequeña con su astucia, se rascó la cabeza y dijo con soltura y desparpajo.
-Ah, ya se quien es tu abuelito, tienes que ir por ese camino de la izquierda-dijo señalando con el dedo-, al final está la casa de tu abuelito, ahora te dejo que tengo mucha prisa y no me puedo entretener.-
-Gracias señor oso-
Capuchita se dirigió hacia la casa del abuelito, mientras, abusando de la inocencia de la pequeña, el miserable oso se fue por otro camino más corto para llegar antes que ella.-
Había caído la noche cuando por fin la pequeña avistó la cabaña del abuelo. Se extrañó ver la puerta entreabierta, pero no le dio mayor importancia. El abuelito la habría dejado abierta descuidadamente, -pensó-
Entró  en la habitación y vio al anciano en la cama tapado hasta la cabeza.
-Pasa Capuchita, pasa, no me encuentro muy bien y no me apetece levantarme, deja la cestita junto a la cama y acércate.-
Capuchita avanzó unos pasos hasta llegar junto a la cama y extrañada por el aspecto de su abuelito, comentó:
-Abuelito, tienes la voz diferente-
-Si mi niña, es que estoy muy acatarrado-
-Abuelito, tus pestañas son enormes-
-Si hijita, si-
-Abuelito, qué orejas más grandes tienes-
-Son para que no se me caigan las gafas-
-Abuelito, que nariz más grade y que barrigota más hinchada…-
-Niña, no seas pesada-
-Abuelito, abuelito, qué boca más grande tienes.
-Es para…-
De pronto aparecieron el papá y el cazador que había encontrado el teléfono de Capuchita Azul. Él fue el que mandó un WhatsApp al padre de la niña anunciando que había encontrado su móvil entre unos arbustos.
Se abalanzaron contra el oso y el cazador le propinó varios disparos en la cabeza, teniendo mucho cuidado de no darle en el vientre donde seguro se encontraba el infortunado anciano. Le rajaron la barriga y… sorpresa…el abuelito no se encontraba dentro de la barriga del oso malo.
El abuelito de Capuchita, al oír los disparos, acudió en pijama todo sudoroso y ruborizado  al ver a su hijo, a su nieta, y al cazador con la muñeca hinchable que había sacado de la barriga del oso malo, en la mano.
Capuchita no entendía nada, pero se sintió muy feliz de ver a su papá y a su abuelito.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.



LA MASCOTA DE IZAN







El pequeño Izan era un niño tan bueno, que sus papás le 
regalaron un perrito bebé.

Cómo le llamaremos? –preguntó Izan-

Le llamaremos Can –dijo papá-

Y su apellido, será Iche –dijo mamá-

-Izan se puso muy contento-

Sí mamá –dijo Izan- yo lo cuidaré mucho para que sea un
 perrito muy feliz.

Izan y Caniche se hicieron muy amigos y siempre jugaban juntos.

Una tarde, Caniche comenzó a rascar la tierra en el jardín ante 
la mirada sorprendida del pequeño Izan.

¿Qué haces? –preguntó Izan a Caniche-




Caniche movió su rabito y sin dejar de rascar la tierra, sacó un 
hueso que había enterrado. 

Bravo, bravo… Eres un perrito muy listo –Gritó Izan-

Guau, guau… -contestó Caniche-

Y juntos y contentos se fueron a casa donde a Izan le esperaban 
sus papás para merendar.

                                                  Fin

caricaturas cogidas de Google

martes, 3 de julio de 2012





ANDREITA MARIBÚ

Aquella soleada mañana de mayo, Andreita  Maribú se había despertado antes de lo acostumbrado, pero se mantuvo quietecita en la cama para no despertar al resto de la familia.
Vueltas de un lado para otro, acompañadas de bostezos intermitentes y con la  mirada perdida, se enrollaba una y otra vez en las sábanas que ahora medio arrugadas, colgaban como un pingo todas desordenadas.
Hoy era un día especial.
Faltaban pocas horas para tomar su primera comunión y cerrando los ojos, se vio envuelta  en un sueño donde ella era la protagonista.
La habitación se revistió  de una inmensa luz de colores blanco y azul. Las paredes y el techo eran como nubes de algodón dulce y los muebles y los cuadros, de caramelo y de chocolate.
Una lluvia de pétalos de fresa y almíbar rociaba la habitación y en medio de ella la pequeña Maribú  daba vueltas y más vueltas, cogiendo entre sus manos el blanco vestido de encaje que su mamá le había comprado para la ocasión y por debajo de él, se dejaban ver unos preciosos zapatitos blancos.
De pronto su sueño se desvaneció. Unos golpes en la cama la volvieron a la realidad.
¿Qué estás pensando? -dijo la hermana de Andreita, rompiendo el dulce momento-
Andreita Maribú apretó los dientes, cogió sus pequeñas gafas y las acomodó en sus grandes ojos. Tragó saliva y miró a su hermana con cara enfadada, pero no le dijo lo que pensaba… hoy debería portarse muy bien.
Salió de la habitación no sin antes mirar por todas partes, comprobando que los muebles no eran de caramelo ni los cuadros de chocolate.
Mamá –dijo Andreita mientras tomaba su baso de leche-
Hacer la primera comunión es muy guay, te hacen muchos regalos, se reúnen toda la familia y…
Sí Andreita  –contestó tajante su mamá­-  pero lo verdaderamente importante es tomar la comunión.
Andreita Maribú dejó de tomar su baso de leche, cerró los ojos y trasladándose a su mundo mágico, comenzó a pensar en todas las personas que la querían y que hoy no estarían junto a ella en un día tan importante.
¡¡Andreita!! Tómate el desayuno y deja de pensar en las musarañas.
Si mamá; estaba pensando que hoy es un día muy especial, es el día de mi primera comunión.
La mamá de Andreita le dedicó una tierna sonrisa.
Andreita tomó con sus pequeñas manos el baso, bebió la leche de un tirón y limpiándose la boquita con su mano izquierda, llenó su imaginación de fantasía.
Pensó en el sueño que había tenido y ocurrió algo extraordinario.
De nuevo comenzó a llover algodón dulce, pétalos de almíbar y fresa,  y una foto en la que estaba su abuelito que se había ido al cielo, de pronto se hizo de chocolate.
Andreita miró a su alrededor y con una suave sonrisa, alzó su mirada al cielo, miró a su abuelito, le guiñó un ojo y dando un suspiro pensó: Hoy es un día muy importante, tomaré mi primera comunión y estaremos todos juntos.

                                                                Para Andrea Marín Buigues con cariño
                                                                                                de su tío-abuelo:  Antonio Baños Roca

miércoles, 11 de abril de 2012






¿TIENEN LAS MADRES COLOR?


En un lugar donde las huellas quedaron marcadas por tristes verdades, se encontraron dos mujeres de avanzada edad.
Las dos, huérfanas de hijos, con la mirada perdida, cansadas por el sufrimiento de tiempos pasados, pero cercanos en el recuerdo, cruzan sus miradas al encontrarse en la calle.
Madre roja, madre azul.
Las dos se miran sin resentimiento, intentando sembrar semillas de libertad sin rencor.
La madre roja, acaricia con su mano derecha la mano izquierda de la madre azul y las dos tratan de apaciguar el dolor y la miseria que las une, en el recuerdo fatídico de una guerra cruel e inútil donde sus hijos perecieron.
Cárceles de muros roídos por el llanto.
Muerte inútil de muchachos obligados.
Esperanza caduca de libertad por culpa de los colores de una ideología.


¿Rojo?, ¿Azul?
¿Tienen las madres color?
Me quedo con el verde de la esperanza.


                                       Antonio Baños

martes, 18 de octubre de 2011

EL CANTO DE LA SIRENA

Querid@s tod@s:

Esta entrada la podéis ver también en mi otro blog 
y no es que me repita por nada en especial, 
es que esta entrada aunque está compuesta 
de prosa y rima poética es un cuento y como tal, 
lo traigo a este espacio:

"CUENTOS Y OTRAS COSAS" 





EL MARINO Y LA SIRENA

Prosa poética

En las profundidades del mar,
donde las caricias se funden
y los amaneceres sufren de insomnio,
danza, una sirena enamorada.

Espera paciente:
Amores desiertos,
primaveras calladas,
inviernos silenciosos
y crepúsculos otoñales
de un amor marinero,
que prometió su regreso.

Baila; suspira recuerdos
del hombre que la conquistó,
mas de pronto se entristece
porque el marino no viene.
Y la sirenita llora
entonando esta canción.

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Soneto
Marinero, marinero,
te marchaste de mi lado.
Nunca de ti me he olvidado,
si no regresas me muero.

Espero con desespero,
pero tu amor silenciado
por las noches he llorado.
Eres lo que yo más quiero.

Belleza de amor eterno,
sonrisa de mar en calma,
eres mi otoño, mi invierno,

eres mi gloria, mi infierno
porque me robaste el alma,
mi razón y mi gobierno.
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De pronto el silencio calla,
el mar se revoluciona,
la caracola, la estrella,
el pez luna y la medusa,
lloran en unión la pena,

sin saber que el marinero
naufragó en alta mar,
y solitario responde
al canto de la sirena.

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Cuartetos octosílabos

Sin ella no puedo estar,
mi vida se rompería,
si no la vuelvo a encontrar,
de dolor me moriría.

¡Ay amor encarcelado¡
que por mi sirena espero,
ya no la tengo a mi lado,
por ella de pena muero.


Y así termina este cuento
del marino y la sirena,
que unidos en sentimiento,
los dos murieron de pena.

                              Antonio Baños (Anbairo)