lunes, 17 de septiembre de 2012

EL ABUELO DE CAPUCHITA AZUL Y EL OSO MALO




Hacía un día espléndido, las nubes amenazaban tormenta y el papá de la niña de azul saltaba de alegría, pues la cosecha de pepinos casi seguro que se salvaría y con ello podría pagar la capucha azul que había comprado para su pequeña y que hacía juego con su blusita blanca de botones azules.
La niñita, llamada Capuchita, al escuchar el estruendo de los truenos, se fue corriendo asustada, dejando en el suelo su cuerda de saltar. Una vez dentro del interior de la casa se cobijó junto a la chimenea al lado de su mamá que estaba ocupada cepillando su blanco y peludo gato persa.
-Mamá, mamá- dijo Capuchita-
-¿Por qué cepillas a Currito?-
Su madre no le contestó.
El papá que estaba sentado en la mecedora de anea y fumando tabaco picado en su vieja pipa, miró por encima de sus gafas con enfado la no respuesta de su esposa hacia la pequeña.
-¡¡Capuchita!!-dijo el papá dirigiéndose a la niña-
-Cuando cese de llover, tienes que llevarle al abuelito estas semillas de pepino y este granulado que he preparado para que crezcan sanos y robustos-
La niña se dirigió al lugar donde estaba su papá y dándole un beso en la mejilla le dijo:
-Si papá, estoy deseando ver al abuelito, pues hace ya algún tiempo que no viene por casa-
-Es cierto, está muy constipado y por eso no viene a visitarnos, anda, trae la cestita y la preparamos para cuando amaine.-
Capuchita no sabía el significado de amaine, pero se puso muy contenta porque su papá le había prometido días antes que si llovía le iba a  regalar una capucha azul y ahora era el momento de poder estrenarla.
La mamá de Capuchita seguía junto al fuego de la chimenea, ajena a todo lo que acontecía a su alrededor ensimismada con el cepillado de su blanco gato.
Padre e hija prepararon con alegría y complicidad la cesta para el abuelito.
-Capuchita; debes tener mucho cuidado, pues para ir a la casa del abuelito tienes que pasar por lugares peligrosos, no debes fiarte de nada ni de nadie, así que llévate el móvil y si tienes algún problema, me llamas.-
-Si papá, pero no te preocupes, yo sé defenderme-
El papá de Capuchita dio a la niña la capucha azul que había comprado para ella y la pequeña después de ponérsela daba vueltas y más vueltas sonriendo-
-Gracias papá, voy corriendo a casa del abuelito-
-Ahora si que eres la niña de azul. Eres Capuchita Azul, adiós, lleva mucho cuidado.-
La niña anduvo largo rato y durante su trayecto disfrutaba de las flores y los animalitos que se encontraba a su paso, sin darse cuenta que el sol que ahora lucía se hacía cada vez más tenue y la tarde caía irremediablemente. –Pronto se haría de noche-
Se vio perdida en el camino y temerosa, pensó llamar a su papá, pero… fatalidad…su teléfono móvil, posiblemente en alguno de sus saltos juguetones, habría caído en el camino y ahora no sabía qué hacer.
Pero… ¡¡Sorpresa!! Una silueta avanzaba hacia la pequeña que ahora al ver que alguien se acercaba, suspiró confiada.
-Hola pequeña, soy el oso bueno del bosque y siempre estoy por aquí para ayudar a las niñas que se pierden. ¿Dónde vas a estas horas tu solita?-
-Hola señor oso, voy a la casa de mi abuelito a llevarle estas semillas de pepino y este granulado preparado por mi papá. Se me ha hecho muy tarde y ahora no sé llegar-
-¿Dónde vive tu abuelito?-, yo puedo ayudarte a encontrar el camino que lleva a su casa-
-Mi abuelito vive en la cabaña que está junto al lago, es una que tiene un molino y unas cuadras de caballos…-
El oso quedó pensativo un instante. Tratando de confundir a la pequeña con su astucia, se rascó la cabeza y dijo con soltura y desparpajo.
-Ah, ya se quien es tu abuelito, tienes que ir por ese camino de la izquierda-dijo señalando con el dedo-, al final está la casa de tu abuelito, ahora te dejo que tengo mucha prisa y no me puedo entretener.-
-Gracias señor oso-
Capuchita se dirigió hacia la casa del abuelito, mientras, abusando de la inocencia de la pequeña, el miserable oso se fue por otro camino más corto para llegar antes que ella.-
Había caído la noche cuando por fin la pequeña avistó la cabaña del abuelo. Se extrañó ver la puerta entreabierta, pero no le dio mayor importancia. El abuelito la habría dejado abierta descuidadamente, -pensó-
Entró  en la habitación y vio al anciano en la cama tapado hasta la cabeza.
-Pasa Capuchita, pasa, no me encuentro muy bien y no me apetece levantarme, deja la cestita junto a la cama y acércate.-
Capuchita avanzó unos pasos hasta llegar junto a la cama y extrañada por el aspecto de su abuelito, comentó:
-Abuelito, tienes la voz diferente-
-Si mi niña, es que estoy muy acatarrado-
-Abuelito, tus pestañas son enormes-
-Si hijita, si-
-Abuelito, qué orejas más grandes tienes-
-Son para que no se me caigan las gafas-
-Abuelito, que nariz más grade y que barrigota más hinchada…-
-Niña, no seas pesada-
-Abuelito, abuelito, qué boca más grande tienes.
-Es para…-
De pronto aparecieron el papá y el cazador que había encontrado el teléfono de Capuchita Azul. Él fue el que mandó un WhatsApp al padre de la niña anunciando que había encontrado su móvil entre unos arbustos.
Se abalanzaron contra el oso y el cazador le propinó varios disparos en la cabeza, teniendo mucho cuidado de no darle en el vientre donde seguro se encontraba el infortunado anciano. Le rajaron la barriga y… sorpresa…el abuelito no se encontraba dentro de la barriga del oso malo.
El abuelito de Capuchita, al oír los disparos, acudió en pijama todo sudoroso y ruborizado  al ver a su hijo, a su nieta, y al cazador con la muñeca hinchable que había sacado de la barriga del oso malo, en la mano.
Capuchita no entendía nada, pero se sintió muy feliz de ver a su papá y a su abuelito.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.



LA MASCOTA DE IZAN







El pequeño Izan era un niño tan bueno, que sus papás le 
regalaron un perrito bebé.

Cómo le llamaremos? –preguntó Izan-

Le llamaremos Can –dijo papá-

Y su apellido, será Iche –dijo mamá-

-Izan se puso muy contento-

Sí mamá –dijo Izan- yo lo cuidaré mucho para que sea un
 perrito muy feliz.

Izan y Caniche se hicieron muy amigos y siempre jugaban juntos.

Una tarde, Caniche comenzó a rascar la tierra en el jardín ante 
la mirada sorprendida del pequeño Izan.

¿Qué haces? –preguntó Izan a Caniche-




Caniche movió su rabito y sin dejar de rascar la tierra, sacó un 
hueso que había enterrado. 

Bravo, bravo… Eres un perrito muy listo –Gritó Izan-

Guau, guau… -contestó Caniche-

Y juntos y contentos se fueron a casa donde a Izan le esperaban 
sus papás para merendar.

                                                  Fin

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