Hacía un día
espléndido, las nubes amenazaban tormenta y el papá de la niña de azul saltaba
de alegría, pues la cosecha de pepinos casi seguro que se salvaría y con ello
podría pagar la capucha azul que había comprado para su pequeña y que hacía
juego con su blusita blanca de botones azules.
La niñita, llamada Capuchita,
al escuchar el estruendo de los truenos, se fue corriendo asustada, dejando en
el suelo su cuerda de saltar. Una vez dentro del interior de la casa se cobijó
junto a la chimenea al lado de su mamá que estaba ocupada cepillando su blanco
y peludo gato persa.
-Mamá, mamá- dijo Capuchita-
-¿Por qué cepillas a
Currito?-
Su madre no le
contestó.
El papá que estaba
sentado en la mecedora de anea y fumando tabaco picado en su vieja pipa, miró
por encima de sus gafas con enfado la no respuesta de su esposa hacia la
pequeña.
-¡¡Capuchita!!-dijo el
papá dirigiéndose a la niña-
-Cuando cese de llover,
tienes que llevarle al abuelito estas semillas de pepino y este granulado que
he preparado para que crezcan sanos y robustos-
La niña se dirigió al
lugar donde estaba su papá y dándole un beso en la mejilla le dijo:
-Si papá, estoy
deseando ver al abuelito, pues hace ya algún tiempo que no viene por casa-
-Es cierto, está muy
constipado y por eso no viene a visitarnos, anda, trae la cestita y la
preparamos para cuando amaine.-
Capuchita no sabía el
significado de amaine, pero se puso muy contenta porque su papá le había
prometido días antes que si llovía le iba a
regalar una capucha azul y ahora era el momento de poder estrenarla.
La mamá de Capuchita
seguía junto al fuego de la chimenea, ajena a todo lo que acontecía a su
alrededor ensimismada con el cepillado de su blanco gato.
Padre e hija prepararon
con alegría y complicidad la cesta para el abuelito.
-Capuchita; debes tener
mucho cuidado, pues para ir a la casa del abuelito tienes que pasar por lugares
peligrosos, no debes fiarte de nada ni de nadie, así que llévate el móvil y si
tienes algún problema, me llamas.-
-Si papá, pero no te
preocupes, yo sé defenderme-
El papá de Capuchita
dio a la niña la capucha azul que había comprado para ella y la pequeña después
de ponérsela daba vueltas y más vueltas sonriendo-
-Gracias papá, voy
corriendo a casa del abuelito-
-Ahora si que eres la
niña de azul. Eres Capuchita Azul, adiós, lleva mucho cuidado.-
La niña anduvo largo
rato y durante su trayecto disfrutaba de las flores y los animalitos que se
encontraba a su paso, sin darse cuenta que el sol que ahora lucía se hacía cada
vez más tenue y la tarde caía irremediablemente. –Pronto se haría de noche-
Se vio perdida en el
camino y temerosa, pensó llamar a su papá, pero… fatalidad…su teléfono móvil,
posiblemente en alguno de sus saltos juguetones, habría caído en el camino y
ahora no sabía qué hacer.
Pero… ¡¡Sorpresa!! Una
silueta avanzaba hacia la pequeña que ahora al ver que alguien se acercaba,
suspiró confiada.
-Hola pequeña, soy el oso
bueno del bosque y siempre estoy por aquí para ayudar a las niñas que se
pierden. ¿Dónde vas a estas horas tu solita?-
-Hola señor oso, voy a
la casa de mi abuelito a llevarle estas semillas de pepino y este granulado
preparado por mi papá. Se me ha hecho muy tarde y ahora no sé llegar-
-¿Dónde vive tu
abuelito?-, yo puedo ayudarte a encontrar el camino que lleva a su casa-
-Mi abuelito vive en la
cabaña que está junto al lago, es una que tiene un molino y unas cuadras de
caballos…-
El oso quedó pensativo
un instante. Tratando de confundir a la pequeña con su astucia, se rascó la
cabeza y dijo con soltura y desparpajo.
-Ah, ya se quien es tu
abuelito, tienes que ir por ese camino de la izquierda-dijo señalando con el
dedo-, al final está la casa de tu abuelito, ahora te dejo que tengo mucha
prisa y no me puedo entretener.-
-Gracias señor oso-
Capuchita se dirigió
hacia la casa del abuelito, mientras, abusando de la inocencia de la pequeña,
el miserable oso se fue por otro camino más corto para llegar antes que ella.-
Había caído la noche
cuando por fin la pequeña avistó la cabaña del abuelo. Se extrañó ver la puerta
entreabierta, pero no le dio mayor importancia. El abuelito la habría dejado
abierta descuidadamente, -pensó-
Entró en la habitación y vio al anciano en la cama
tapado hasta la cabeza.
-Pasa Capuchita, pasa, no
me encuentro muy bien y no me apetece levantarme, deja la cestita junto a la
cama y acércate.-
Capuchita avanzó unos
pasos hasta llegar junto a la cama y extrañada por el aspecto de su abuelito,
comentó:
-Abuelito, tienes la
voz diferente-
-Si mi niña, es que
estoy muy acatarrado-
-Abuelito, tus pestañas
son enormes-
-Si hijita, si-
-Abuelito, qué orejas
más grandes tienes-
-Son para que no se me
caigan las gafas-
-Abuelito, que nariz
más grade y que barrigota más hinchada…-
-Niña, no seas pesada-
-Abuelito, abuelito,
qué boca más grande tienes.
-Es para…-
De pronto aparecieron
el papá y el cazador que había encontrado el teléfono de Capuchita Azul. Él fue
el que mandó un WhatsApp al padre de la niña anunciando que había encontrado su
móvil entre unos arbustos.
Se abalanzaron contra
el oso y el cazador le propinó varios disparos en la cabeza, teniendo mucho
cuidado de no darle en el vientre donde seguro se encontraba el infortunado
anciano. Le rajaron la barriga y… sorpresa…el abuelito no se encontraba dentro
de la barriga del oso malo.
El abuelito de Capuchita,
al oír los disparos, acudió en pijama todo sudoroso y ruborizado al ver a su hijo, a su nieta, y al cazador con
la muñeca hinchable que había sacado de la barriga del oso malo, en la mano.
Capuchita no entendía
nada, pero se sintió muy feliz de ver a su papá y a su abuelito.
Y colorín colorado,
este cuento se ha acabado.